Desde que el ser humano decidió vivir en comunidad, surgieron escenarios centrales donde el ajetreo de la vida comunitaria alcanzaba su máximo esplendor. Las ágoras griegas, los foros romanos y más adelante, las plazas de cada núcleo de población. En ellos se desarrollaba la actividad comercial, política, religiosa y el ocio; y han sido el eje en torno al cual las personas han trabajado, discutido, se han relacionado y se han mezclado las diferentes influencias culturales.
Hoy en día, las plazas de los pueblos y ciudades son sedes de instituciones públicas y políticas, pero también son lugares donde se celebran bodas, conciertos, mercadillos, celebraciones deportivas, manifestaciones o reuniones de jóvenes que salen “de fiesta”.
Volviendo al presente, encontramos esa sensación de actividad, de vitalidad y de intercambio constante en el salón de nuestra residencia. Los residentes tienen múltiples opciones de ocupación dentro del horario de actividades. Da gusto ver cómo aquellos residentes más activos inician a primera hora de la tarde las actividades de fisioterapia y terapia ocupacional, mientras el equipo de profesionales desempeña sus diferentes cometidos en un ambiente distendido, profesional y sin esa sensación de urgencia permanente gracias a nuestro estupendo ratio de profesionales por cada residente, muy por encima de las exigencias legales.
Conversaciones acerca de los nietos, que tras las limitaciones relacionadas con el Covid-19 habían estado algo alejados de sus abuelos, y que ya vuelven a perfilar sonrisas en nuestros mayores. Todos hablan con todos, se preguntan por su salud, por qué tal fue el fin de semana con la familia… Otros juegan al parchís mientras comentan la actualidad, y se forman grupos que comentan historias pasadas con interés. Algunos salen a aprovechar el buen tiempo y retornan cuando se pone fresco, y dan parte al resto de cómo está el barrio.
Es en nuestro salón donde hemos celebrado la Navidad, donde hemos grabado recientemente los videos para conmemorar el “Día de la Mujer”, y donde hace pocas fechas aquellos residentes que así lo deseaban se disfrazaban por Carnaval. Momentos destacados y vibrantes, con un significado cada uno de ellos que ayuda a comprender la importancia de las actividades que planteamos. ¿Quién no recuerda el último cumpleaños de nuestro querida Isabel, cuando la secuestramos y todos le cantamos el “cumpleaños feliz” en medio del salón por sorpresa?
Los amplios ventanales rescatan al máximo la luz del día, y mientras la televisión suena de fondo, sin que le hagamos demasiado caso, las auxiliares de enfermería circulan asegurándose que todo el mundo esté cómodo. Participan animosamente y dan forma a este organismo vivo que es el salón de la Residencia Los Fresnos.
Yo me alegro de que nuestros residentes tengan esta plaza central, punto de encuentro e intercambio, lugar de ajetreo y vida, y de algunas discusiones en donde no llega a empuñarse el bastón. Representa lo beneficioso de la vida en comunidad por la que una vez el ser humano se decidió, rodeándose de personas con similares intereses y necesidades.
Profesionalmente, me siento muy satisfecho de poner de relieve la importancia de las actividades y ocupaciones que proponemos como uno de los pilares fundamentales de la buena experiencia de la que nuestros mayores disfrutan en este espacio que con tanto mimo cuidamos. Son nuestros mayores quienes lo dotan de identidad y carácter, y quienes le dan uso. Siempre será mejor que estar sentado en el sofá delante de la televisión. Y sí, estas líneas las he escrito sentado en el salón, y me limito a narrar lo que veo: vida y actividad.