Cuidadora de un mundo cruel

“Como cada mañana me levanto a duras penas, me pesa ya el día que amanece y los días que pasaron. Froto mis ojos y busco a ciegas las zapatillas de andar por casa, tengo cuidado de no despertar a mi marido y para ello intento ser lo más sigilosa posible. Me levanto de la cama y tomo la bata para abrigarme.

La mañana está espacialmente fría, estamos a mediados de otoño, quizás esté cogiendo un resfriado. Da igual, no hay tiempo para ello. Abro la puerta de la habitación para disponerme a ir al baño y tomar una ducha caliente, son las 6.30 de la mañana, todos deben estar durmiendo. De repente, y en el silencio de la noche, escucho gritar mi nombre desde la habitación de al lado. Acudo a la llamada mientras camino de puntillas. Me acerco a la cama, a su cara, le doy un beso en la frente y entre susurros, mientras le arropo, digo: “Duerme, aún es temprano”. Parece estar más tranquila y vuelvo al baño para darme mi ducha. Me visto, arreglo y preparo desayunos.

Es casi la hora en la que suenan los despertadores.

Voy a la habitación desde la que me llamaban hace apenas una hora, Aurora duerme plácidamente, debo despertarla con todo el dolor de mi corazón. Tiene el sueño alterado y ahora está tan tranquila… No puede ser, debo ir a trabajar y ya voy con el tiempo apurado. Tengo que levantarla, dar el desayuno y asear para que esté preparada a recibir el nuevo día.

“Mamá, despierta, es hora de levantarse”. Apenas acaba de abrir los ojos y me pregunta por su hija. “Mamá, soy yo. Venga levanta, tengo que ir a trabajar”. El corazón se me hace añicos cada vez que se olvida quien soy. Ella piensa que soy una cuidadora sin más. Sé que ella me quiere pero la mente le hace olvidarse de quien es.”

Aunque el nombre está cambiado, es un relato real, es uno de tantos días repetitivos que estoy segura de que muchas de las lectoras, viven diariamente. Digo lectoras, aunque no me olvido de los hombres cuidadores y a quien también me dirijo. No obstante, dado que la mayoría son mujeres me referiré en femenino.

Me gustaría hacer un pequeño inciso para destacar que según estudios el 57% de la relación cuidado-cuidador mantiene un vínculo paterno-filial, es decir, padres/madres-hijas. Un 16% tiene un vínculo matrimonial o de pareja y un 10% familiar, siendo la nuera la principal cuidadora (Jiménez Ruiz, I. & Moya Nicolás, M., 2018), y es que el sentimiento de mujer cuidadora, es un sentimiento de obligación naturalizado por la sociedad, ofrecido por una decisión enmascarada bajo un falso consenso.

Así que va por y para esas mujeres que desempeñan esa labor tan desagradecida y tan desgastadora.

Hoy me gustaría decirte 8 cosas que quiero que sepas y que quizás se te han olvidado o no te las han dicho.

  1. Para ser una buena cuidadora, primero debes cuidar de ti misma. Debes descansar, salir, ir a la peluquería, quedar con amigas, ir de tiendas o tomar un café y leer la prensa tranquilamente. No te aísles.

 

  1. No seas dura contigo. Lo estás haciendo lo mejor que puedes y sabes. No seas tú peor enemigo.

 

  1. Olvida el qué dirán. Hay gente que habla porque tiene boca. No des explicaciones.

 

  1. Lo que importa es estar a gusto con una misma y tranquila porque haces lo que sientes que debes hacer.

 

  1. Busca grupos de apoyo a cuidadores, te servirán de ayuda. Aunque no lo creas, hay mucha gente que sufre la misma situación por la que estás pasando. Saca tiempo y déjate de excusas. Conocerás gente maravillosa.

 

  1. A veces la mejor opción es un centro de día o una residencia. Repito, OLVIDA EL QUÉ DIRÁN Y DEJA DE JUZGARTE.

 

  1. Es un paso difícil, porque aparece el autojuicio, si necesitas ayuda pídela, hay muy buenos profesionales que te ayudarán y te darán herramientas para entender la enfermedad y sobrellevarla mejor. No eres más débil por pedirla, todo lo contrario, te harás más fuerte.

 

  1. La enfermedad va a avanzar. Y como dice Merçè Boada (Neuróloga y Directora del centro ACE Alzheimer Centre Barcelona), lo más difícil de entender y aceptar es que nuestro ser querido se está separando de nosotros y nosotros hemos de separarnos de él o ella como ejercicio de amor, de esta manera les daremos lo mejor, lo que necesitan y lo que nosotros ya no podemos ofrecerles de manera directa.

 

Desde aquí te envío un cálido abrazo y fuerza para sobrellevar este proceso.

Con cariño,

Noelia Herrera

Neuropsicóloga Clínica