Mi nombre es Elvira y hace unos meses vine a vivir a esta residencia. Bueno, más bien me trajeron. Fue mi familia la que decidió por mí; por lo tanto, ellos decidieron cuándo, dónde y cómo pasaría la última etapa de mi vida.
Era un día de verano, soleado, cuando entré en la residencia. Venía con una maleta a cuestas y sentada en una silla de ruedas. Supongo que recibir a alguien que no ha decidido estar ahí, no es tarea sencilla, pero nada más cruzar la puerta de la residencia, todos se acercaron a saludarme con amabilidad. Entre ellos estaba el director de la residencia, un chico joven y muy atento que me hizo un tour por todas las estancias de lo que iba a ser mi nueva casa. Yo estaba en shock, demasiados cambios en un momento. Tan en shock que no fui capaz a entender toda la información que me dieron. Tan en shock que no fui capaz a asimilar la poca información que recuerdo.
Al día siguiente, una muchacha que se catalogó como Terapeuta Ocupacional –en mi vida había oído hablar de esa profesión- empezó a hacer muchas preguntas: que si dónde nací, que si tenía hijos y nietos, mis trabajos, mis aficiones…A ver, que yo no quería juzgar, pero me pareció algo cotilla, aunque, como era tan agradable y amable conmigo, yo le respondí a todo. Mira, yo no sé para qué quería saber todo eso pero recordando todos esos momentos de mi vida se activó algo dentro de mí que me emocionó hasta el punto de caerme alguna lágrima que otra.
Un rato más tarde se le juntó una amiguina que era fisioterapeuta –esta profesión sí la conozco más-. Cada una hace una cosa distinta pero están todo el día juntas y utilizan la misma jerga: “circuito de marcha”, “bipedestación”…Madre mía, como para entender lo que dicen.
Yo ya tengo una edad y ya no estoy para muchos trotes. O eso creía yo. Entre la Terapeuta Ocupacional y la Fisioterapeuta me empezaron a quitar la silla de ruedas y empezar a caminar. Mira que yo no quería o quizá era que no me veía capaz pero, poco a poco, empecé a ir al baño caminando junto a ellas; más tarde al comedor y a la habitación; y según iban pasando los días, gracias también a las auxiliares, empecé a caminar a todas horas.
La Terapeuta Ocupacional me empezó a mandar actividades que, según ella, eran para ganar independencia, pero, para qué nos vamos a engañar, a mí me parecían una tontería: separar legumbres, hacer trenzas con hilos, colocar unas piezas en una caja alta, poner pinzas, buscar alimentos en el catálogo del supermercado, doblar calcetines…Pero lo que más me gustaba y me gusta es el momento de “jugar” a emparejar cartas, aunque para ella no era un juego si no “una actividad para estimular la atención”, pero, qué quieres que te diga, para mí sigue siendo un juego.
Los días empezaron a pasar mientras yo me sentía más animada y ágil. Empecé a caminar sola, mi mente iba más rápido, comencé a retomar aficiones que pensaba que no podía hacer. Por insistencia y pesadez de la Terapeuta Ocupacional volví a tejer. Yo pensaba que no podía hacerlo pero finalmente conseguí convertirlo en una rutina y hoy ya terminé una bufanda para mi bisnieto.
Yo ya no necesito ayuda por las mañanas, me visto y voy por mí misma a desayunar al comedor. Con la ayuda de la Terapeuta Ocupacional he adquirido esa palabra que el primer día en la residencia no entendía: “independencia”, y ahora me siento segura por este lugar, me siento dueña de mí misma.
Tal es así que, incluso, ayudo a mis compañeras cuando tienen que ponerse la chaqueta o recojo algún vaso de la merienda, ayudando a las auxiliares.
Ya sé que esta nunca será mi casa, pero entre todos los compañeros y todos los profesionales que trabajan aquí han hecho que me sienta una más de la familia que formamos en la residencia Los Fresnos.
Gracias a todos por ser tan amables, por escucharme y por tenerme en cuenta. Gracias a la Terapeuta Ocupacional por devolverme la vida, por demostrarme que sigo siendo útil y que todavía tengo mucho que aportar en esta nueva etapa de mi vida, en esta residencia.
Pd. También he vuelto a leer la prensa todas las mañanas, pero para lo que hay que leer estaba mejor antes.
Texto inspirado en todos los usuarios que he tenido a lo largo de estos años, en las confesiones que me han ido haciendo en las sesiones de terapia y las frases literales que me han dicho de lo que mi trabajo les ha aportado. Todos ellos han hecho que cada día sea mejor profesional y mejor persona. Por seguir “regalando” independencia.
Elisa Menéndez Fernández
Terapeuta Ocupacional