Gerocultora – Turno E

Daysi Alexandra Lema Amaguaya

Gerocultor
Daysi Alexandra Lema Amaguaya

Gerocultor

Auxiliar de geriatría.

Técnico Superior de Educación Infantil.

Curso Básico de Prevención de Riesgos Laborales.

Curso Manipulador de Alimentos.

 

Mi nombre es Daysi, sí Daisy como la mujer del pato Donald o como la de la película ¨Paseando a Miss Daisy¨ pero con las i´s al revés. Esto es lo primero que suelo decir cuando me presento para que entiendan este nombre ¨tan raro¨.

Soy de Quito, Ecuador. Llevo en Gijón más de veinte años y me siento tan asturiana como la sidra. Con apenas 8 años aterricé en tierras españolas y vi el mar por primera vez gracias a que mis padres que decidieron emprender un viaje desde el otro lado del charco en busca de nuevas oportunidades y una nueva vida. Aunque al principio no fue fácil ¡nunca les agradeceré lo suficiente el haber tomado esa decisión!

Recuerdo que cuando era pequeña siempre quise dedicarme al cuidado de personas. He basado mis estudios en la premisa de que siempre habrá niño/as y anciano/as.

Después finalizar mis estudios obligatorios y el bachiller, tomé la decisión de estudiar un FP de educación infantil y así introducirme en el mundo laboral. Cuando acabé el FP hice las prácticas en una Escuela Infantil, a la que un par de años más tarde volvería como trabajadora gracias a un Plan de Empleo del Ayuntamiento de Gijón.

Al acabar las prácticas de educadora infantil decidí hacer el curso de auxiliar de geriatría, tardé unos meses en sacarme la teoría y ¡¡ya sólo me quedaban las prácticas y lo tendría todo para  abandonar el nido, buscarme la vida y volar sola!!

Llegué a la Residencia Los Fresnos gracias a la oportunidad que me dieron para realizar las prácticas de auxiliar de geriatría. Recuerdo que cuando acabé la teoría no sabía donde hacer las prácticas, estuve esperando unos meses hasta que por fin encontramos el sitio idóneo y llegó en el momento adecuado, justo cuando acababa mi contrato en la escuela infantil. ¡Se me alinearon los astros!

Recuerdo mis primeros días, una chica joven, con toda la teoría pero cero experiencia. Eso sí, con muchas ganas e ilusión. Lo que viene pareciéndose a un pollo sin cabeza, así iba yo por los pasillos de la residencia… de un lado a otro intentando ayudar y aprender, aunque, confesaré aquí, entre nosotros…. Que a veces no hacía más que estorbar y entorpecer a las gerocultoras.

Ahora al escribir estas líneas y recordar, me río, pero en esos momentos quería que me tragase la tierra. No tardé mucho en adaptarme, cogerle el ritmo al trabajo, hacerme con los nombres de los residentes y sus rutinas. Una vez aprendido eso, ¡todo era coser y cantar!

Estuve de prácticas un par de meses y algo vería en mí Alejandro, que me ofreció un puesto en la plantilla que acepté sin pensármelo. Estuve un tiempo hasta que marché de baja por maternidad y ahora he vuelto y no puedo estar más a gusto. Siempre he dicho que los humanos somos seres de costumbres y yo, ya me he acostumbrado a esta casa y sus gentes.

Aporto respeto hacia mis mayores, aporto responsabilidad y puntualidad, lo que me parecen cualidades imprescindibles en este oficio. Aporto cariño a la hora de realizar sus rutinas, alegría al gastarles alguna broma y la confianza para poder tener una charla amena y tranquila en el momento que necesiten. Aporto flexibilidad y capacidad de adaptarme y a las distintas situaciones con personas diversas, tanto con los residentes  como con las compañeras.

Me gustaría concluir estas líneas diciendo que me gusta lo que hago, me gusta sentirme útil haciéndole la vida más fácil a personas que por una razón u otra ya no pueden valerse por sí mismos al cien por cien mismo. Baso mi trabajo en:

“Tratar a las personas como me gustaría que me traten a mi”

Todos vamos por el mismo camino, todos tenemos padres, tíos, abuelos etc… y más tarde o más temprano todos vamos a llegar a ser ancianos y necesitar de alguien que nos cuide y nos atienda con cariño y respeto. El mundo necesita más empatía.