Propietario

Víctor Jesús Gutiérrez Rey

Propietario
Víctor Jesús Gutiérrez Rey

Propietario

Mi nombre es Víctor Jesús, aunque mi familia y amigos conocen por Jesús, y mis antiguos compañeros de enseñanza por Ordóñez y los de la mili por Víctor.

Nacido en un pueblo de Bimenes llamado Tuenes, llegue a Gijón en el año 1962 para estudiar en la escuela de Industrias donde se estudiaba Peritaje Industrial Y Maestría Industrial ubicada en la Calle Calvo Sotelo hoy desaparecida y ocupada por un aparcamiento de coches que está en la Avenida Manuel Llaneza, siempre que paso por allí siento pena ya que recuerdo los tiempos de estudiante

En el año 1965 me incorpore al mundo laboral, compartiendo trabajo y estudios, ocupando distintos puestos de trabajo desde Peón Ordinario hasta Oficial de Primera en la Especialidad de Soldadura y calderería.

En el año 1974 me ofrecieron un puesto de trabajo en la Escuela de Maestría Industrial de Gijón Ubicada en la Calle Oriamendi como Maestro de Taller de la especialidad Mecánica ya que en ese momento para ocupar ese puesto, había que tener Titulación y experiencia en la Industria.

En el año 1979 me presente a oposiciones al cuerpo de Maestros de Taller de Escuelas de Maestría Industrial obteniendo una plaza en la Escuela de Maestría de Oviedo. En el año 1980 mediante concurso de traslados obtuve el cambio a Gijón a la Escuela de Maestría Industrial, hoy denominada Fernández Vallín situada en la Calle Pérez de Ayala.

En el año 2000 la Consejería de Educación decidió que las especialidades de Mecánica Industrial  dejarían de impartirse en la Escuela de Maestría, por lo que todos los miembros de la especialidad fuimos trasladados a la Universidad Laboral de Gijón.

El año 2012 fue el año de mi jubilación con 65 años pasando a un segundo plano, facilitando las competencias de administrador en favor de mi esposa Isabel.

Simultáneamente con mi labor en la enseñanza, en el año 1999 mi esposa Isabel y yo, junto a otros socios, comenzamos una nueva andadura en el ámbito sociosanitario, hasta convertirnos el 1 de Julio de 2021 en los únicos propietarios de la que actualmente es conocida como Residencia Los Fresnos.

Sin duda esta aventura empresarial fue a la que he dedicado el mayor esfuerzo y empeño de mi vida, con el fin de que nuestros mayores fueran los más felices posible y dejarles un legado a nuestros hijos.

Doy gracias a Dios, de que a nuestros hijos muestren el mismo interés y cariño por los residentes, tirando del carro como hasta hace pocos lo hacíamos su padre y yo. Y aunque por si solos hacen las cosas muy bien, nos siguen pidiendo consejo y nos hacen partícipes de todo lo que pasa en la residencia porque saben que disfrutamos mejorando las vidas de nuestros abuelos y saben que la Residencia Los Fresnos es nuestra vida.

Les doy mi agradecimiento a los residentes y sus familiares por confiar en nosotros y cuando me felicitan por la amabilidad y el trato que les muestran mis hijos.

Les doy mi agradecimiento a los trabajadores, que me dicen estar encantados con mis hijos y que se sienten muy arropados. Nuestro personal es extraordinario, con todo el miedo que pasamos durante el 2020, acudieron siempre a su puesto de trabajo sin vacilar, actitud por la que les estoy tremendamente agradecida. Les entiendo puesto que cuando llegó la pandemia, la situación daba pánico y en las horas más oscuras mis hijos tuvieron la oportunidad de brillar.

Jesús iba improvisando los protocolos para proteger a los abuelos y fue a buscarse la vida hasta el fin del mundo para poder encontrar personal, mascarillas, guantes, batas, termómetros y lo que fuera necesario para proteger a nuestros residentes y a nuestros trabajadores, pagando lo que fuera y con la impresionante ayuda de la auxiliares, que fueron muy ingeniosas haciendo trajes de protección. ¡Ni se sabe lo que se gastamos en bolsas de basura para confeccionarlas!

A mi hijo Jesús le agradezco ese esfuerzo tan grande que hizo, consiguiendo de todo y ayudando en todo momento a gestionar la situación a su hermano Alejandro.

Alejandro estuvo allí presente todas las horas del día de lunes a domingo, pues se pasaba hasta catorce horas seguidas y más, para solucionar los problemas que surgían, con el teléfono operativo para lo que hiciese falta las 24 horas del día. Los trabajadores me transmiten siempre su agradecimiento porque en todo momento estaba allí presente, porque fue un apoyo enorme y porque de verdad se sintieron muy arropadas por él.

A mi hijo Alejandro le agradezco ese esfuerzo tan grande que hizo, al ser mi esposa y yo personas de riesgo, ocupándose de todo, facilitándonos las cosas y tranquilizándonos día a día, y aunque  lo veíamos que estaba agotado, siempre nos informaba de todo con su habitual sonrisa simulando que todo estaba bien.

Por todo esto y por muchísimo más: ¡Mamá y yo nos sentimos muy orgullosos de vosotros!